Una siempre es la misma, Roberto Burgos Cantor
Aquí, una serie de extraordinarios cuentos que dan cuenta de un escritor que se ha tomado el trabajo de pensar el lenguaje hasta concretarlo en estas historias que van mucho más allá de lo que mediáticamente se ha querido vender: que este es un libro sobre el oficio de las call girls, sobre esas mujeres que trabajan en hediondos cuchitriles vendiendo con su voz la inefable pasión a tantos desesperados. Es verdad que el libro se abre con “Usted dice que...” un cuento sobre una mujer atormentada que pasa sus días fingiendo voces y gemidos; pero es más verdad que ese relato, que le da título al libro, es mucho menos evidente que eso. Se trata de una honda reflexión sobre cómo esa mujer, desplazada y devorada por la violencia, en este caso por una masacre, ha terminado perdida en una ciudad grande. Y es el abrebocas de una muestra de destreza técnica sobre lo que debe ser y es un cuento. Roberto Burgos es fiel al credo de que los cuentos sugieren, dan pistas, le ponen señuelos al lector, pero jamás anuncian del todo los temas a los cuales se refieren.
Pero no es el único tema de Burgos. Está, por ejemplo, una admirable pieza llamada “Yo quería enterrarlo”. Es el viaje de un pescador con su hijo hacia la muerte. O “Entre golpes”, la reflexión de un boxeador en el ocaso de su vida vagando con una mujer por Cartagena mientras se pregunta dónde quedó la gloria. Sólo hablo de esos tres por ahora. Quien quiera asomarse a uno de los principales y más discretos y más hondos escritores de la literatura colombiana —si eso existe— debe buscar este libro. Quizá sea una buena puerta de entrada a un escritor que siempre ha sido fiel a sí mismo.